Mi despertador suena a las 5:30, está todavía oscuro.
Me levanto como un resorte, ya no hay tiempo para desperezarse. Voy a la cocina y pongo en una olla a hervir la avena para mi hija. Me asomo a su cuarto, duerme completamente chueca:
-¿Le dolerá el cuello cuando se levante?, ¿la muevo?… Mejor no porque se despierta.
Voy al baño en puntillas para no hacer ruido. Mi esposo ronca. Abro la llave para ducharme en agua helada, quiero tonificar y así ahorrarme la hora de ejercicio que dije que haría hoy y ya intuyo que se va a embolatar con el pasar de las horas. Abro el agua fría, pero soy muy gallina entonces abro la caliente, toda, y me digo convenciéndome a mí misma:
-Al menos me merezco 5 minutos de relax en este sauna.
La voz de mi consciencia fit me interrumpe en medio del vapor:
-Tonificar, hay que tonificar.
Me hago un masaje flash con el estropajo y al final, solo al final meto de la cola para abajo en agua helada. ¿A quién le interesa tonificar la espalda?
Salgo y me echo el serum anti age con protector solar factor 100 tal como lo vi en un tutorial de youtube: hacia arriba con las yemas de los dedos. Haciendo así me pregunto de dónde habrán sacado el término tan políticamente correcto “líneas de expresión”. ¿Las mujeres comprarían menos un producto que dijera: “arrugas”? y me acuerdo de todos los veranos que me tosté al sol:
– ¿Si la capa de ozono estuviera intacta a estas alturas yo tendría las mismas “líneas de expresión”?, ¿por qué no se inventaron el protector solar antes?
Me prometo hacerme una mascarilla súper hidratante una vez por semana. Lo anotaré en mi lista. En mi lista infinita de cosas por hacer. Huele a quemado:
-¡La avena!
Salgo corriendo a la cocina medio en bola, con una toalla chiquita, la primera que encuentro a la mano, tapándome lo que alcanzo. La cocina tiene ventana que da al corredor externo del edificio, mientras apago la estufa pienso:
-Ojala nadie coja el ascensor a esta hora… y si lo cogen pues que disfruten de la vista, qué diablos. Las ventajas de no tener 20 es que uno pierde inseguridades, arandelas mentales inútiles y pudores superfluos.
Pasando por la sala voy recogiendo una Barbie, un libro de las vocales, unas medias sucias y el cargador de mi celular. Mientras me visto pienso en las llaves de la casa: están en el sofá de la sala, las tengo que echar al morral antes de salir. Cojo un caucho de pelo rojo que está tirado en la cama y me lo pongo en la mano izquierda para acordarme de coger las llaves.
Aurora se despierta y mientras Antonio la lleva al baño me hago un batido rápido para desayunar como un tiro, pero queda tan espeso como una mazamorra. Lo hago para agilizar, pero termino comiéndomelo con cuchara por lo denso y me demoro más que si hubiera desayunado bandeja paisa: linaza, ajonjolí, yogurt griego, miel, banano y avena, todo licuado:
-Guácala.
Dice mi esposo que entra a la cocina con la tableta en la mano:
-¿Ya con la tableta a esta hora?
Le digo echando un paraguas medio desvencijado en el morral.
-Relájate… Y además ese paraguas está dañado.
-No importa, algo es algo.
Se mete al baño a paso tortuga:
-Te vas a mojar con mucha dignidad.
Sé que todas las teorías de crianza aborrecen la televisión pero necesito que Aurora coma y se vista en tiempo record. Le pongo el canal de la BBC para niños, al menos es la BBC, pienso, me siento menos culpable.
Estamos ya listas, mi esposo todavía en el baño, la meto en el coche y salimos corriendo, cuando voy por la mitad del corredor veo que está lloviznado:
-¡El plástico!
Me devuelvo a mil y Antonio ya está en la puerta con el plástico del coche en la mano. Lo cojo, corremos de nuevo.
Bajamos una loma empinada y a la velocidad de la luz vamos cantando y esquivando palomas, perros, niños. Dejo a mi hija en el jardín recomendándole a la profesora que le pongan la cachucha si hace sol.
Corro hacia el paradero -¿esto vale como cardio del día?-voy tarde para dictar mi clase de yoga -¿le eché la cachucha en la maleta?- el bus ya viene y no he llegado a la parada -¿el ipad, tengo el ipad con la música para dictar la clase?- corro más y alcanzo el bus -¿hoy es 15, hoy no vencía el recibo del teléfono?- me subo y pongo la tarjeta del Sitp en la maquinita:
-Saldo insuficiente.
Grrrrrr. Le pido a un señor que por favor pase su tarjeta mientras ruego por tener plata suelta en la billetera para pagarle. Al menos hay una silla vacía, me siento. Respiro… Finalmente me relajo mirando por la ventana.
De repente veo el caucho rojo en la muñeca:
-¡Las llaves!… mierda, dejé las llaves en el sofá.
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