¿Quién dijo que la maternidad era cursi?

Mamá poderosa

Estoy en la semana veintiocho. Es la semana en la que puedo empezar el curso prenatal. Para ser sincera, he estado ansiosa esperándolo, no veo la hora de iniciarlo. Me siento como en los los días previos a la entrada al colegio, que uno estrenaba zapatos, cuadernos y al respirar dentro de la maleta olía a nuevo.

El día anterior a la primera clase del curso prenatal, me voy a la librería de un centro comercial para comprar lo necesario. Hago la fila en la caja, delante de mí pasan dos niñas adolescentes en uniforme de colegio, pagan, llevan casi las mismas cosas que yo he escogido: marcadores de todos los colores, separadores, resaltadores, un cuaderno espiralado. El de ellas tiene en la portada la foto de Violeta, la adolescente argentina multimillonaria protagonista de una novela que está de moda en todo el mundo. Mi cuaderno, en cambio, lleva en la portada el dibujo de algo así como unas flores demasiado definidas para ser abstractas. No encontré más, era éste, el de Violeta o el de Las Tortugas Ninja.  Mientras la señorita de la caja me da la devuelta, detallo el dibujo de la portada de mi cuaderno. Sería la imagen perfecta para los apuntes de una que como yo está próxima a ser mamá. Porque según el  concepto de maternidad que tienen los creadores de tarjetas y souvenirs con motivos maternos, ser madre debe ser algo bello, sublime, altruista, pero sobre todo cursi.

O si no vayan ahora mismo a la librería o papelería más cercana y busquen tarjetas para el día de la madre. Todas o casi todas son con rosas desteñidas en la primera hoja, pájaros flácidos  o jardines orientales borrosos. Y mensajes huecos, siempre en letra cursiva y arabescada: “Madre, eres el ser más especial del universo.” Rara vez “mamá” siempre “madre” con ese tono tan formal como patético. Y qué decir del “señora madre” con eso si lo matan a uno. Dos bombas en un mismo paquete.

-Señorita, ¿puedo cambiar mi compra? -le digo a la vendedora de la caja. Y antes de que me responda corro a la sección de cuadernos. Vuelvo también corriendo a la caja con otro cuaderno nuevo. Se lo entrego y me mira muy seria:

-Pero este de Las Tortugas Ninja vale tres mil pesos más -me dice registrando el código de barras en su aparato para consultar los precios.

-No importa -y saco de mi billetera para completar el pago.

Los tres mil pesos mejor invertidos.  Hoy que llevo un poco más de tres  años siendo mamá, puedo asegurarles que Las Tortugas Ninja representan mucho mejor la maternidad  que unas flores enclenques y desteñidas.

Fragmento del libro “Aventuras de una super mamá”.

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