Cuando salíamos a vacaciones los planes eran variados. Mojarnos con manguera en los garajes, broncearnos en la cancha de basket extendiendo las toallas viejas en el cemento o el que más me gustaba a mí: oír los cuentos de las otras.
Los adultos de la época hablaban de todo sin tapujos delante de nosotros. Uno de esos temas eran las otras, las queridas, las mozas, las amantes.
Eran como las brujas malas de los cuentos. Más bien eran como las villanas de las telenovelas, o así me las imaginaba yo: siempre regias con peinados tiesos y rimbombantes llenos de laca. Ellas venían a arrebatar algo que no les pertenecía, con sus uñas largas y sus perfumes baratos. Casi siempre eran más jóvenes, a veces más bonitas. En ocasiones se topaban por la calle, de casualidad, las otras y las unas. A veces se miraban de reojo con fingida indiferencia, otras veces, se mechoneaban. A un infiel del barrio lo habían descubierto porque la esposa había notado un bulto debajo del asiento del carro. Una cartera de charol roja con el cuero ya pelado, decían. Me emocionaban esas historias de misterio, de pistas, de señales que se convertían en la certeza de un engaño.
Entre las unas y las otras se tejían tramas complejas, tristes y a veces cómicas. De mucho llanto y poco facturar.
Era la época en que Rocío Jurado cantaba en la radio “Es un gran necio, un estúpido engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón”. Eso sí, nunca supimos el nombre del enano.
Tusas, despechos, traiciones y desamores varios han inspirado desde el principio de los tiempos libros, películas, libretos, canciones, mitos y leyendas urbanas. La materia prima de las obras no es el punto.
Dicen que “Lost in translation” la maravillosa película de Sofia Coppola ambientada en Tokio y que cuenta la historia de una joven pareja que atraviesa una crisis, está inspirada en la ruptura de su relación sentimental con el también director Spike Jones.
“Se acabó el pastel” es el título del libro de la guionista y escritora Nora Ephron
(La de “Cuando Hary conoció a Sally”) que cuenta en clave autobiográfica y de manera brillante la historia de su matrimonio y la traición de su esposo, el también periodista Carl Bernstein. El libro se convirtió en un best seller.
El punto, más que moral, para mí es estético y pasa por la forma, el fondo y el lenguaje, pero sobre todo es cuestión de gustos. Y definitivamente a mí, hay despechos artísticos que aunque menos rentables, me gustan mucho más que el que todos cantan por estos días.
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