
En las noches, cuando leemos el cuento antes de dormir, me vuelvo una juglar profesional que cambia párrafos, frases y no pocas veces los finales.
Les leemos a nuestros hijos y por las hojas que avanzan van pasando concepciones del mundo, paradigmas.
Me he visto a gatas con algunos cuentos clásicos como “La Sirenita”. Una que se enamora de un tipo que no le da ni la hora. JAMÁS, durante toda la trama, manifiesta mínimo interés romántico. Pero además, ella renuncia al don maravilloso de su voz para obtener su amor, inutilmente.
El cuento original de Andersen, tiene además un final digno de argumento para serie policíaca: aparecen las hermanas como último recurso de salvación y pactan con la bruja. Si la Sirenita mata al príncipe puede regresar a su vida de antes. Ella se niega y termina convertida en espuma de mar.
Aurora está convencida de que la Sirenita recupera la voz gracias a sus hermanas y decide regresar con ellas al océano para dedicarse al canto, su verdadera pasión.
Pero mi versión alternativa peligra porque Aurora está aprendiendo a leer y pronto sabrá la verdad. Sigue leyendo