Después del terremoto de Popayán en 1983 nuestro apartamento quedó como la casa de la Barbie: desde afuera se podía ver el comedor, la sala, los baños desmoronados y el edificio que era de 5 pisos había quedado de 3. Ante la obvia imposibilidad de seguir viviendo allí, mi tía nos ofreció posada en Cali.